--Dia 12 : Living LAS VEGAS (Parte 1)

16/8/10 - Publicado por Diego Blázquez

PRIMER DIA EN LAS VEGAS: "El aterrizaje y reconocimiento"

Amaneció un día soleado del verano americano para tres intrépidos ruteros. La noche pasó demasiado tranquila a pesar de estar en uno de los pueblos-ciudad universitarios por excelencia de los "Estardos Unidos" (guiño a nuestro compañero-rutero Javier Molina que anda perdido por USA como nosotros). Nos despertamos y desayunamos como de costrumbre.
Repostamos con un hipotético "luxory breaksfast" que simpletamente estaba en luxury, eso si, la habitación de LUJO DE VERDAD. El caso es que empezamos uno de los momentos más esperados por TODOS: ¡¡¡NUESTRO VIAJE A LAS VEGAAAAAAAAAS!!!
Muchas ilusiones estaban puestas en esa ciudad, a la par de muchas posibles aventurillas de lujuria y desenfreno, llegando a momentos como los vividos en una de las últimas películas de Hollywood sobre Las Vegas ("RESACÓN EN LAS VEGAS"). Lógicamente no se dan las mismas circusntancias, pero como todo, se puede adaptar.



Nos pusimos en ruta desde Flagstaff, aunque tuviesemos unos problemillas de orientación, que no de ubicación.¿Verdad Celso? jejeje. Ya al volante y por la 40 dirección a Williams empezamos a sentir los primeros escalofrios pensando en nuestra tarde-noche.Por lo menos, Celso y yo, ya que Diego es uno poco esceptico con esta ciudad. jejeje.

Williams fue nuestra primera escala. La elegimos por ser uno de los pueblos ruteros por excelencia. Es una ciudad volcada en el espíritu comercial de la ruta y en el tren antiguo que parte desde allí hacia el Grant Canyon. Tras cruzar por la parte menos llamativa de la misma, giramos para encontrarnos con la calle principal y rutera. Allí vimos uno de los mejores restaurantes de la Ruta 66 que hemos visto. Era un grill con una barbacoa enorme. Con un salón interior-tienda de souveniers decorado en plan americanada y una terraza con música de country en directo. Bueno, allí hicimos un solar de su tienda, ya que había muchas cosas muy chulas. Tras esta primara grata sorpresa, vimos lo mencionado antes.


Todo el pueblo está volcado en la Ruta y de eso da fe, un restaurante hecho a modo de ciudad típica del Oeste.


Tras todo esto y abusando bastante del tiempo planificado escrupulosamente, nos pusimos línea directa al Santuario del Baco americano. A pesar de lo apurado del tema, nos dió tiempo a parar y arriesgarnos en un Buffet Chino tirado de precio y con el formato Yankie de bebida a "tutti pleni". Fue una de las mejores decisiones en cuanto a BUENO, BONITO y BARATO.
Además las chinas muy majas. No las entendía nada, pero muy atentas y muy graciosas. La comida muy parecida, por no decir igual a la que vemos en España, pero con la diferencia, como en todos los sitios de poder beber hasta reventar.


Nuestras próxima anécdota ocurrió en la parte previa al paso por la presa Hoover. Para los que no la conozcáis, fue el escenario donde se rodó una parte de Superman I. El caso es que previo a este paso, hay un control de policía. Te avisan que existe la posibilidad de que te paren y tengas que enseñar todo lo que llevas. Bueno, pues imaginaros la estampa conmigo al volante con una camiseta de la Ruta 66, gorra también de la Ruta 66 y las gafas de ver. Después Celso con las gafas de sol, la cámara de vídeo y el portátil como co-piloto; y Diego detrás con una pinta de somalí descarriao. Pues pasamos... si si, nos dejaron pasar y pararon a una familia de hispanos que había delante. Vamos que olíamos a turista que... Estos dicen que mi disfraz de rutero fue nuestro pase, pero yo sigo diciendo que ESTOS YANKIES ESTÁN LOCOS (como suele decir Obélix). Podríamos haber llevado armas de destrucción masiva y una bomba nuclear y habríamos pasado igual. El caso es que pudimos ver una presa enorme y espectacular, antes del plato fuerte.


La tensión se mascaba por momentos, la carretera ya nos iba preparando para lo que nos podíamos encontrar... Vamos, que si existiesen los teletransportadores, ya hubiesemos llegado antes.

Os preguntaréis como fue nuestra entrada allí, ¿verdad? Pues... no lo sé, porque nos desmallamos de gusto y nos despertamos rodeados de cachondas, mesas de BlackJack y dólares por todos lados. Bueno, la verdad fue que nos quedamos flipados de la magnitud de aquello. Luces, dimensiones espectaculares, todo hecho al detalle, una masa de coches y gente desfasando... una locura divertida de vivir. Como dice Celso al llevar un rato, no soy capaz de asimilar todo la información y estímulos que estoy recibiendo. Y así es, todo está hecho para sobreestimularte y sobreexcitarte (en el buen y mal sentido de la palabra). Todo te pide que gastes, gastes y gastes. Y encima te resulta divertido si lo haces. Una locura.

Después de la congestionada llegada en coche al Hotel Flamingo... Bueno, voy a hacer un inciso para los que no lo sepáis. El Flamingo fue el primer hotel-casino de Las Vegas. A parte de estar en el centro de todo, sus instalaciones y servicios son la leche. La habitación ni te cuento y el ambiente de lujo. Pos nada, después de dejar el coche en el parking, nos dispusimos a realizar el check in. Ya esperando en la multitudinaria cola de recepción, ya lance lo de... pues "podríamos quedarnos una noche más". Ante esta propuesta, recibí mi primera sorpresa cuando Celso dijo: "yo quiero ver Yosemite". Yo, claro está, pensaba <<¿vamos a perder la oportunidad de estar una noche más por ver más árbolés?>>. Y la segunda fue cuando Diego El Esceptico de Las Vegas me secundó. Todo pasaba por convercer a Celso. ¿Lo conseguiría...?


Tras el check in, llegó el momento de cruzar uno de los 3 salones de juego del hotel para llegar a los ascensores. Fue en ese momento cuando empezaron todas nuestros sueños en Las Vegas. ¿Nos tocaría la típica maquinita de un millón de pavos? ¿Saldría el siete en los dados con mil pavos apostados? ¿Acabaría la bolita en el trece negro en la ruleta? ¿Desfalcaríamos al casino contando cartas al Black Jack? Cuando llegamos a los ascensores, Celso comenzaba a tener sus primeras dudas sobre si iríamos a Yosemite o no. El entusiasmo por pasear por los casinos y por visitar las exhuberantes construcciones faraónicas estaba en nuestra mente mientras que subiamos y nos dirigíamos con todos los bultos a la habitación.

Habitación 7173. Esta fue la HA-BI-TA-CIÓN. Menudo peazo de chabola. Enorme es decir poco. Era como tener tu apartamento particular. Una vez allí, echamos un meo y poco más, para lanzarnos directamente a las calles del infierno celestial.

Desde ese momento, serían eso de las 9:00 PM, nos pusimos a andar a ritmo de un marchador olímpico por la calle Strip. Empezamos con los exteriores del Caesar Palace, ambientando la antigüa Roma. Espectacular y sobrio como en el pasado debió de ser.



De allí pasamos al Bellagio. Un palacio con todas las letras. Por dentro cúpulas, mármol, grandes pasillos, tiendas de buenas marcas, bares y terrazas para ir de etiqueta y un salón de juego donde la tranquilidad se contrastaba con el sonido de las maquinillas. Fue aquí donde tuvimos nuestra primera ganancia, sólo hay que ver a Dieguete en la foto.


Una vez nos dejaron sorprendidos las camareras de uno de los bares y alguna que otra clienta, pasamos al otro lado. Esta vez, pasamos por delante del casino que ambientaba París con la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo y algún otro más. La Eiffel no era a tamaño real, pero era muy guapa. Tanto como la sucesión de francesas pechugonas y lindas que llevamos encontrándonos a lo largo del viaje. Haciendo un inciso, hay que decir que los americanos hacen casting en Francia con el ESTA (dni, fotos actuales y medidas).



El siguiente a explorar en profundidad fue el Planet Hollywood. Es un casino con un centro comercial incorporado y ambientado con techo a modo de cielo azulado y casas de pueblo antiguo.


Tras ver tiendas y un lugar para cenar, decidimos ir en la otra dirección para ver los shows gratuitos. No paramos en toda la noche de andar y andar y andar. El hotel del primer show fue el Myracle, donde la actuación de agua y fuego nos dejaría con la boca abierta. Menudo show, lástima que no pudiésemos tener un buen sitio para verlo.


Tras esto tanteé a Celsito con lo de una noche más. Se mantuvo en su postura, pero con dudas en su expresión. Todo apuntaba a que después de la cena, caería ante la evidencia. Al final, decidimos una noche más y buscamos precios. La mecha Las Vegas se volvía a encender en nuestros corazones.



Lo siguiente a experimentar fue el show de Treasure Island. Estaba programado a las 11:30 PM. El cansancio empezaba a hacer mella y teníamos que esperar media hora hasta el inicio. Como allí, la paciencia es la madre de la ciencia, pues aguantamos. Mereció la pena, ya que fue algo impresionante. Primero empezaron a salir por una puerta, chicas impresionantes vestidas de piratas, pero menudas piratas. Ojo, ¿eh? Luego salió un pavito, pero la verdad es que no le presté mucha atención, ya que las hembras piratas me tenían muy ocupado para sacar buenos planos con la cámara de vídeo.
Por cierto, GRACIAS PAPÁ por la cámara. Tiene un zoom y una definición... La cosa es que empezaron a hacer una trama de piratas con dos barcos. Debía de ser graciosa, pero yo no entendí nada. Lo cierto es que mi atención no estaba en el idioma precisamente. Total, que se pegaron llamarazos, explosiones, hundieron un barco y las cahondas piratas seguía dale que te dale al baile. Un 10 la verdad. jejeje.


Tras todo este tute, decidimos ir camino a nuestro hotel para poder así reservar un día más y de paso dar una vuelta por la sala de juego de los casinos que había de camino para elegir uno donde empezar a jugar a Black Jack. Por cierto, menudas cupries había en el Flamingo.

PRÓXIMAMENTE LA SEGUNDA Y ÚLTIMA PARTE...



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